Espectáculos como
Rapsodia del mulo y
Cubalandia, son los más recientes de una órbita que también incluye los impactantes estrenos de
Visiones de Cubanosofía y
Variedades Galiano,
así como una serie de performances e intervenciones públicas donde
Nelda, siempre acompañada por esa actriz sorprendente que es Mariela
Brito, ha demostrado su compromiso con una fe teatral donde la verdad no
es una máscara complaciente, sino la posibilidad de retratar a un país
que se discute también como escenario.
Bajo el tabloncillo de El Ciervo Encantado, en la ceremonia de
apertura de este nuevo local, está guardada la máquina de escribir con
la cual Severo Sarduy redactaba sus textos en La Habana. Reliquia que
conecta el alma del grupo con la imagen del escritor camagüeyano, que
inspiró las versiones teatrales de
Pájaros de la playa y
De dónde son los cantantes que El Ciervo creó como tributo gozoso al autor de
Maitreya y
Cobra;
ese objeto sirvió como talismán para revelarnos otros secretos de lo
que sus integrantes protegen y defienden: la posibilidad de una Cuba
salvada desde otras maneras de la trascendencia, en la comunicación de
sus muertos y sus vivos, en pos de una idea mayor que el cuerpo del
actor y de la actriz hacen más elocuente.
El Ciervo Encantado es un animal que sobrevive y se reinventa.
Sobrepasó la crisis que significó el que una mente estrecha los
expulsara del teatro del Instituto Superior de Arte que ellos mismos
rescataron en la Facultad de Artes Plásticas, y al destierro que ello
conllevó, hallando refugio en la vieja capilla de una casona de 5ta y D,
en la cual falleciera Máximo Gómez. Ahora, cerca de Fábrica de Arte
Cubano, en una zona que aspira a convertirse en un territorio de nuevas
propuestas culturales, ya está haciéndose sentir este grupo. Y
convocándonos a sus provocaciones.
Una de ellas ha sido el abrir el sitio a conciertos de verano. El
primero sucedió este 16 de agosto, y tuvo como protagonista a Pedro Luis
Ferrer. El cantautor y poeta logró movilizar a una gran cantidad de
público, ansioso de conocer sus temas más recientes, así como de oírle
reverdecer sus piezas más conocidas. Acompañado por su hija Lena, que ya
anuncia un disco en solitario, y por el guitarrista Alejandro Agüero,
el concierto fue un repaso minucioso de lo que Pedro Luis Ferrer ha
conseguido a lo largo de varias décadas: esa mezcla gozosa y lúcida de
humor, comentario social, poesía y fe en cierta idea del mejoramiento.
De lo que hemos sido y de lo que seremos, apuntada desde un presente
donde no quiere, el trovador, dejarse llevar por la conformidad.
El Ciervo Encantado le regaló un pórtico en su mejor estilo, al
aparecer Mariela Brito como la señora que organiza una supuesta cola de
aspirantes a una visa extranjera. Siempre eficaz en el manejo de la
máscara que es todo el personaje, la actriz demostró su habilidad para
enrolarnos y hacernos cómplices de esas zonas de la vida cubana no
siempre televisables que el grupo ha mantenido como eje de sus estudios y
proyecciones. Dividiendo a los espectadores en bandos según el ticket
de cartón que cada cual tenía ya en su mano, nos adelantó mucho del
sentido lúdico que en varias de sus canciones iba a regalarnos Pedro
Luis Ferrer.
La
imagen del cantautor, cuando apareció bajo las luces, después que todos
los espectadores rebosaran el sitio y se acomodaran donde pudiesen, me
hizo pensar en cuánto tiempo hacía que no presenciaba uno de sus
conciertos, y a la misma vez, me devolvió a la mente muchas de sus
estrofas. Alternando poemas, dicharachos, insistiendo en leer sus
comentarios que ya trae por escrito a fin de evitar “posteriores
malentendidos”, Pedro Luis nos recordó que muchos de esos temas son
parte no solo de lo que cantamos, sino que funcionan como claves agudas
de los hallazgos, las pérdidas y los absurdos que vivimos bajo la
democracia del calor, tratando de no perder la sonrisa, aunque no por
ello creyendo que todo se reduce al paso de un carnaval o de una marcha.
La Cuba que transpiran sus canciones está cargada de memorias, y se
hace perceptible mediante esa capacidad de herir, acariciar y
salvaguardar, que el buen arte siempre tiene como gesto. El largo
concierto me deparó varios momentos de placer, como oírle cantar ese
tema extraordinario que sigue siendo “Espuma y arena”. Lena venció el
reto de hacer suya “Mariposa”, que Miriam Ramos tiene como carta de
presentación dondequiera que vaya, mientras que padre regalaba las
décimas jocosas escritas por su mujer, y dejaba claros algunos asuntos
al cantar “Si no me voy de Cuba” y “Ahora que se puede criticar”, que el
actor Renecito de la Cruz no dejada de pedir desde las lunetas más
altas.
El período en el que el cantautor “desapareció” de conciertos,
televisores y grabaciones, fue recordado mediante una de las canciones
que en aquellos días se hizo, pese a todo, muy popular: “Carapacho para
jicotea”. Nos hizo corear aquello de “Yo no quiero manteca”, y nos
recordó que en la luna “cuando má se puede estar un mes, dos mes, tres
me, pero sin comé no se puede estar”. El sobrino de Raúl Ferrer sabe
que el ingenio es un instrumento de doble filo: un arma que al cubano lo
salva aun cuando de mencionar lo más duro se trata.
El Ciervo Encantado anuncia, para los restantes fines de semana, al
grupo Jazz Tú Sabes y al conjunto Ars Longa. Bueno es descubrir a la
gente de teatro confabulándose con los músicos, tal y como ocurrió
alguna vez, antes de que esos dos mundos se fueran separando para
desgracia de unos y otros. Mucho cuesta que los artistas cubanos de
diferentes expresiones colaboren entre sí, y de ello proviene mucha de
la pobreza creativa de lo que vemos y sufrimos, en un país donde, por
suerte, no faltará el talento.
Salí del concierto, junto a los amigos a los que colé gracias a la
bondad de las anfitrionas, rumbo a Fábrica de Arte Cubano. Comentamos
las canciones, recordamos las fechas en que las oímos por primera vez:
dábamos fe de cómo la voz de Pedro Luis Ferrer nos ha ido acompañando.
En Fábrica, William Vivanco animaba a sus devotos. Un poco más lejos, el
Malecón vibraba con los excesos del carnaval. La noche era una y
múltiple, al son de distintas melodías. Eso tiene La Habana, que puede
repartirse en muchas formas de vivirse. Y de cantarse. Me alegro de
haber elegido, junto a mis amigos, ese concierto entre otras propuestas,
para acabar gozando desde el pensamiento, a golpe de son, guaracha y
tonada.