Tomado de: http://cubacontraluz.com
Hace casi un año escribí unas líneas que no publiqué. Me
autocensuré como casi siempre sucede. Las repienso ahora porque la
circunstancia es similar. He visto la más reciente producción de El
Ciervo Encantado. He caminado a través de la calle Línea como quien
fuera a llegar a Playa pero no lo hago. Doblo en 18. Llegamos y la gente
espera afuera. Sabía que llegaríamos y no podríamos entrar. Última
función de la temporada. Las entradas están agotadas, me dice una amiga,
pero estamos para la cola de los fallos. Alguien agarra un programa y
lo leo un poco, como por arriba. De alguna manera me imagino por dónde
irán los tiros. El cartel pudiera adelantar. ¿Un crucero o un ferry? No
lo sé a simple vista. Dos nubes de texto: Guan Melón!! Tu Melón!!
El espectador tiene la libertad de crear su propio sentido. No hay ataduras, ni esquemas. Las ataduras las tuvo otro personaje, Mariela Brito, cuando arrastraba la carretilla. Si no querías verlo, si te has pasado toda tu vida ignorando esa otra realidad, el teatro te la pone de frente sin otro diálogo que aquel que se desarrolla en tu mente y te obliga a pensar, no como antes en lo que se dice, sino como si solo estuvieras en el Parque Vidal de Santa Clara, sentada en un banco, con el background de Radio Enciclopedia en la oreja y en la mente y un mulo te pasara por delante.
Hace casi un año “disfruté” Rapsodia para un mulo. La “gocé” en ese acto de reflexión, de pensarnos, al que nos invita siempre este grupo. Ahora, después de calmar la sensación de haber llegado para irme sin ver la obra, en medio del murmullo de los que esperamos sale una joven que podría haber sido yo y anuncia que es estudiante de la Escuela Nacional de Arte, pero que para pasar el mes ayuda al grupo en las presentaciones. Pide que apaguemos los celulares y anuncia la prohibición de grabar.
Entramos y en el escenario a nivel del público se anuncia una boya de mar, allí dos mujeres esperan. Ya sé por descarte que una de llas es Mariela y la otra según el programa es Olivia Rodríguez, artista visual y fotógrafa. ¿Actuando? Pronto sabré que sí.
La obra puede transcurir en La Habana Vieja, y aunque me encantaría dialogar sobre lo teatral creo que me limitaré, de la puesta, a lo que un amigo llama sociológico.
Cuba como escenario, Cuba trending topic. Dos personajes en una boya que puede ser cualquier esquina de Obispo o de una feria, de esas que venden para extranjeros, de las que no venden para mí sino para ellos.
Hay de todo en esa boya/esquina. Todo se vende, todo se comercializa. La sonrisa, la canción, los símbolos… La boya/esquina es también una vitrina aunque las que venden no lo saben. Pero es una vitrina doble: no solo ellas miran como artículo novedoso a ese que llega de afuera, de un afuera marcado por nuestras aguas y nuestro viento; sino que ese o esa que llega les ve y les observa desde su propia vitrina. Se vende tabaco, se anuncia: ¡Maracas, compre maracas!, billetes con la imagen del Che y todo cuanto aparezca. La imagen Cuba es entonces cruenta. Nuevamente el teatro te pone delante lo que no quieres ver.
Aparece la joven de nuevo. Sí, esa que podría haber sido yo. Repite en retahíla que su nombre es Yindra y es estudiante de la Escuela Nacional de Arte y solo cambia en el texto los oficios que realiza. Son múltiples. Vendedora de bombones que trae de su natal Guantánamo, bailarina en un centro nocturno, estatua viviente, guía de turismo… La lista es larga y la sonrisa forzada amplia. ¿Pasar el mes? Es ese el objetivo propuesto.
¿Pasar el mes, sobrevivir, luchar? Son diferentes vocablos que dialogan sobre una forma de vida que, en última instancia, sé que la obra no pretende juzgar. La puesta va más allá. Presenta la realidad en un acto de ciudadanía crítica. Lo importante es que te deja pensando en los porqués. Probablemente haya espectadores para los que Guan Melón!!… haya sido una comedia en la que la risa no les dejó ver más allá. Es cierto que lo caricaturesco es un arma usada, pero es un arma de doble filo.
Esta no es una obra alegre, aunque la risa esté a flor de labios. Es más bien una obra triste. Una pieza que habla de una Cuba que está construyéndose estrepitosamente y muchos no ven. Habla de una avalancha para la que me pregunto si estamos preparados. Habla de imaginarios que se negocian a diario y de estereotipos mutantes. Pero también de una historia social que pudiera repetirse. No por gusto se utiliza música popular de antaño. Se refleja eso que hoy se pasea por todas las esquinas de la esfera pública virtual: una imagen Cuba que parece haberse detenido en el tiempo. La añoranza por una Isla cincuentona que navega en el siglo XXI como si estuviera en la primera mitad del XX, también pudiera ser una lectura que nos está dando vueltas de a poco.
Aunque el teatro no es reflejo exacto de la realidad, como muchos quisieran, esta presentación me sorprende con una cadena de estudios e investigaciones que el grupo sustenta y que parecen anclar y develar esa realidad. Lo ha venido haciendo de a poco: Visiones de cubanosofía, Cubalandia, Rapsodia para un mulo y Triunfadela. Cada una de ella es un telescopio de indagación artística desde la Cuba actual. Si según Erving Goffman la identidad es una consecuencia de la dramaturgia social, y el personaje principal es el individuo en el teatro que es el mundo social, podemos decir que esta es una pieza donde el teatro expone de manera bastante clara nuestro teatro contemporáneo, nuestra vida social más contemporánea, nuestras problemáticas más acuciantes.
Incluso para muchos que cantan en las esquinas de cualquier callecita de la turística Habana, la noción de lo que se avecina es mínima. Sin embargo, los personajes de Guan Melón!! Tu Melón!! lo saben bien. Ya lo vivieron en otra dimensión. Esa que ocurre en el momento en que se está en escena y suena la sirena de un barco. Ese que aparece en el cartel y anuncia una avalancha.
En esa libertad que me permite hacer mi propia lectura me agoto. Camino y me reconfiguro. Pienso en lo que he escrito sobre esta Isla que es muchas islas. Me concentro en el devenir y en cuánto creo es cierto de su existencia. Repienso los mitos que la envuelven, esos que hablan de un estar aquí o de un estar allá, y reflexiono sobre lo simbólico de estar pensando en esto, aquí y ahora.
Regreso por Línea. El apartamento de una amiga sirve para el hervidero a estas ideas. Se trata al final de reflexiones -decisiones- individuales, pero compartir una lectura es también una manera de aportar al debate social. Acaso eso es también lo que hace El Ciervo Encantado, comparte su visión en pos de un debate posible en torno a una Cuba que no es una sino muchas, y como tal hay que actuar. La obra, entonces, no es representación sino presencia, acción viva que ejerse su poder ciudadano.
Fuente: http://bit.ly/1p4pFrr
El espectador tiene la libertad de crear su propio sentido. No hay ataduras, ni esquemas. Las ataduras las tuvo otro personaje, Mariela Brito, cuando arrastraba la carretilla. Si no querías verlo, si te has pasado toda tu vida ignorando esa otra realidad, el teatro te la pone de frente sin otro diálogo que aquel que se desarrolla en tu mente y te obliga a pensar, no como antes en lo que se dice, sino como si solo estuvieras en el Parque Vidal de Santa Clara, sentada en un banco, con el background de Radio Enciclopedia en la oreja y en la mente y un mulo te pasara por delante.
Hace casi un año “disfruté” Rapsodia para un mulo. La “gocé” en ese acto de reflexión, de pensarnos, al que nos invita siempre este grupo. Ahora, después de calmar la sensación de haber llegado para irme sin ver la obra, en medio del murmullo de los que esperamos sale una joven que podría haber sido yo y anuncia que es estudiante de la Escuela Nacional de Arte, pero que para pasar el mes ayuda al grupo en las presentaciones. Pide que apaguemos los celulares y anuncia la prohibición de grabar.
Entramos y en el escenario a nivel del público se anuncia una boya de mar, allí dos mujeres esperan. Ya sé por descarte que una de llas es Mariela y la otra según el programa es Olivia Rodríguez, artista visual y fotógrafa. ¿Actuando? Pronto sabré que sí.
La obra puede transcurir en La Habana Vieja, y aunque me encantaría dialogar sobre lo teatral creo que me limitaré, de la puesta, a lo que un amigo llama sociológico.
Cuba como escenario, Cuba trending topic. Dos personajes en una boya que puede ser cualquier esquina de Obispo o de una feria, de esas que venden para extranjeros, de las que no venden para mí sino para ellos.
Hay de todo en esa boya/esquina. Todo se vende, todo se comercializa. La sonrisa, la canción, los símbolos… La boya/esquina es también una vitrina aunque las que venden no lo saben. Pero es una vitrina doble: no solo ellas miran como artículo novedoso a ese que llega de afuera, de un afuera marcado por nuestras aguas y nuestro viento; sino que ese o esa que llega les ve y les observa desde su propia vitrina. Se vende tabaco, se anuncia: ¡Maracas, compre maracas!, billetes con la imagen del Che y todo cuanto aparezca. La imagen Cuba es entonces cruenta. Nuevamente el teatro te pone delante lo que no quieres ver.
Aparece la joven de nuevo. Sí, esa que podría haber sido yo. Repite en retahíla que su nombre es Yindra y es estudiante de la Escuela Nacional de Arte y solo cambia en el texto los oficios que realiza. Son múltiples. Vendedora de bombones que trae de su natal Guantánamo, bailarina en un centro nocturno, estatua viviente, guía de turismo… La lista es larga y la sonrisa forzada amplia. ¿Pasar el mes? Es ese el objetivo propuesto.
¿Pasar el mes, sobrevivir, luchar? Son diferentes vocablos que dialogan sobre una forma de vida que, en última instancia, sé que la obra no pretende juzgar. La puesta va más allá. Presenta la realidad en un acto de ciudadanía crítica. Lo importante es que te deja pensando en los porqués. Probablemente haya espectadores para los que Guan Melón!!… haya sido una comedia en la que la risa no les dejó ver más allá. Es cierto que lo caricaturesco es un arma usada, pero es un arma de doble filo.
Esta no es una obra alegre, aunque la risa esté a flor de labios. Es más bien una obra triste. Una pieza que habla de una Cuba que está construyéndose estrepitosamente y muchos no ven. Habla de una avalancha para la que me pregunto si estamos preparados. Habla de imaginarios que se negocian a diario y de estereotipos mutantes. Pero también de una historia social que pudiera repetirse. No por gusto se utiliza música popular de antaño. Se refleja eso que hoy se pasea por todas las esquinas de la esfera pública virtual: una imagen Cuba que parece haberse detenido en el tiempo. La añoranza por una Isla cincuentona que navega en el siglo XXI como si estuviera en la primera mitad del XX, también pudiera ser una lectura que nos está dando vueltas de a poco.
Aunque el teatro no es reflejo exacto de la realidad, como muchos quisieran, esta presentación me sorprende con una cadena de estudios e investigaciones que el grupo sustenta y que parecen anclar y develar esa realidad. Lo ha venido haciendo de a poco: Visiones de cubanosofía, Cubalandia, Rapsodia para un mulo y Triunfadela. Cada una de ella es un telescopio de indagación artística desde la Cuba actual. Si según Erving Goffman la identidad es una consecuencia de la dramaturgia social, y el personaje principal es el individuo en el teatro que es el mundo social, podemos decir que esta es una pieza donde el teatro expone de manera bastante clara nuestro teatro contemporáneo, nuestra vida social más contemporánea, nuestras problemáticas más acuciantes.
Incluso para muchos que cantan en las esquinas de cualquier callecita de la turística Habana, la noción de lo que se avecina es mínima. Sin embargo, los personajes de Guan Melón!! Tu Melón!! lo saben bien. Ya lo vivieron en otra dimensión. Esa que ocurre en el momento en que se está en escena y suena la sirena de un barco. Ese que aparece en el cartel y anuncia una avalancha.
En esa libertad que me permite hacer mi propia lectura me agoto. Camino y me reconfiguro. Pienso en lo que he escrito sobre esta Isla que es muchas islas. Me concentro en el devenir y en cuánto creo es cierto de su existencia. Repienso los mitos que la envuelven, esos que hablan de un estar aquí o de un estar allá, y reflexiono sobre lo simbólico de estar pensando en esto, aquí y ahora.
Regreso por Línea. El apartamento de una amiga sirve para el hervidero a estas ideas. Se trata al final de reflexiones -decisiones- individuales, pero compartir una lectura es también una manera de aportar al debate social. Acaso eso es también lo que hace El Ciervo Encantado, comparte su visión en pos de un debate posible en torno a una Cuba que no es una sino muchas, y como tal hay que actuar. La obra, entonces, no es representación sino presencia, acción viva que ejerse su poder ciudadano.
Fuente: http://bit.ly/1p4pFrr